De la Atlántida a Rapa Nui.

sábado, 17 de mayo de 2014

El agua se seca, mijo.

Anoche hubo gran revuelo en el edificio, porque alguien había causado un aniego en su departamento al dejar un caño abierto mientras se iba a contestar el teléfono. Al parecer el lavatorio estaba obstruido y el agua en lugar de irse de largo empezó a chorrear y en menos de media hora todo el departamento estaba inundado, así como parte del pasadizo.

El chisme y las críticas continuaron varias horas y los comentarios del "cómo se le ocurre" se escuchan hasta estos momentos en el pasadizo.

Pero el agua se seca, y aún más rápido con estos casi 30 grados de temperatura que tenemos la mayor parte del día, además, el señor limpió el trozo del pasadizo que fue afectado por el aniego y este se secó aún más rápido.

El costo extra por el agua lo pagará únicamente ese señor porque el edificio cuenta con medidores de agua por cada departamento.

Y entonces ¿por qué la pelea? ¿por qué el chisme? ¿por qué la crítica? ¿por qué el barullo?

Cuando la conviviente de mi padre, cuyo ejercicio máximo es criticar todo con voz quejumbrosa, mencionaba una y otra vez lo ocurrido, yo, harto, dije lo más obvio, práctico y realista: el agua es agua y se secará. Punto. No habían artefactos ni tomas de corriente cerca al piso que se hubieran visto afectados y estuvieran en riesgo de cortocircuito, por ejemplo. Es decir, cuando la temperatura ambiente logre que el agua se evapore, no habrá pasado nada.

Como en esta ocasión, muchos seres humanos discuten y pelean porque pierden el sentido práctico y la perspectiva del tiempo y de las cosas. Pelean por fallas pasajeras como si fueran a ser eternas. Pelean por descuidos que a ellos mismos les pudieron pasar, como si fueran inmunes al error. Pelean por situaciones que el propio devenir de la Historia borrará, como si fueran inmutables, siendo que si alguna vez no existieron, es muy probable que en un tiempo vuelvan a no existir.

Amigo, amiga, todo es pasajero. No te inmutes por el presente. Por supuesto que no es lo mismo un derrame de petróleo que puede arder que un derrame de agua, pero aún en el primer caso, desesperarse no lleva a nada bueno más que generar conflicto y nublar la mente (es decir, problemas añadidos). Si piensas que puedes actuar para solucionarlo, simplemente actúa. Menos chillidos y más acción, que llorando no se secan los pisos ni se ahogan los incendios.

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