De la Atlántida a Rapa Nui.

sábado, 17 de mayo de 2014

Veneno disfrazado de manjar.

Hace algunos días visité las lagunas de Chilca, tres emanaciones de agua mineralizada y azufrosa a las que la gente atribuye propiedades curativas. Es común ver a muchas personas untarse el barro azufroso en la piel y dejarlo secar al sol, si bien es imprescindible lavarse antes de abandonar el lugar y por supuesto, nadie osaría comerlo por tratarse en sí, de tierra venenosa.

Sin embargo me causó sorpresa observar durante más de una hora a una gorda paloma alimentándose del barro. Cuando regresé después de unos días la encontré nuevamente en la misma labor: comiendo el barro, bastante atontada, y con las plumas del rostro totalmente blanquecinas por el azufre. Observé que volaba con dificultad, quizá porque de tanto picotear en ese barro se está quedando ciega.

Escuché sobre algunas aves que comen tierra arcillosa o azufrosa, al parecer para combatir los parásitos, y que esta es la razón de los vivos colores, por ejemplo, de los guacamayos. Pero se me hizo extraño el comportamiento en una paloma y más aún que consumiera el veneno durante tanto tiempo del día y lejos de otras de su especie. Lo más probable es que su "adicción" la lleve a la muerte en un breve período de tiempo.

¿Cuántas veces nos pasa lo mismo en nuestra vida cotidiana? Nos aferramos a aparentes "dulces" que en realidad nos "matan" de manera disimulada. La gaseosa que tomas todos los días te puede estar conduciendo a una mortal diabetes paralelamente a cada "¡ahhhh!" que sale de tu boca mientras te refrescas. Lo mismo puede decirse de la comida chatarra. Y ¿por qué no decirlo? quizá aún más importante sea si nos referimos a los falsos dulces de las relaciones humanas.

¿Cuántos nos encontramos involucrados en relaciones amicales que restan en lugar de sumar? ¿Cuántos somos víctimas de dependencia afectiva hacia nuestros padres, nuestros mejores amigos o nuestras parejas? Esta dependencia hace que juguemos a "aguantar" y ser "tolerantes" cuando en realidad estamos sufriendo y minando nuestra salud. Es lamentable que muchas veces terminemos por darnos cuenta y actuar cuando ya el estrés o la depresión han hecho presa en nosotros. Y recordemos que tanto el estrés con sus taquicardias como la depresión con sus deseos de suicidio nos pueden terminar matando de una forma mucho más literal que metafórica.

No dejemos que la ceguera causada por el "azufre adictivo" de relaciones nada sanas o el brillo del "plumaje" de la careta de alguna persona nos hagan perder de vista que estamos consumiendo veneno. Un veneno al que de no aplicarle el antídoto del alejamiento a su debido tiempo, te terminará matando física o espiritualmente, como cualquier veneno en botella.

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